Cuando pensamos en la competencia política, generalmente se recurre a la distinción entre derecha versus izquierda. Gran parte del debate académico plantea que esa distinción es de carácter ideológico y que lo propio del del campo político de la derecha es pensar que las desigualdades al interior de la sociedad son naturales y, por tanto, el Estado no debe hacer mucho por erradicarlas.
Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, en la gran mayoría de los países del mundo occidental, se consolidaron líderes y partidos de derecha convencional. Estos actores se definen por posiciones programáticas moderadas y por una relación de lealtad hacia el sistema político democrático. En Europa Occidental esto trajo consigo una época de lentos, pero grandes avances, en especial en la consolidación de los Estados de Bienestar y en la gradual aceptación de los grupos minoritarios.
Sin embargo, desde la década de 1980 en adelante, comenzaron a ganar terreno - sobre todo en Europa - nuevos actores que se posicionan a la derecha de la derecha convencional: la ultraderecha. Estos líderes y partidos se definen por posiciones programáticas radicales y por una relación ambivalente hacia las reglas formas e informales de las democracias liberales).
Si la derecha convencional enfatiza la dimensión socioeconómica de las desigualdades, la ultraderecha enfatiza la dimensión sociocultural de las desigualdades.
En el contexto europeo, la ultraderecha se divide en dos grandes familias: la extrema derecha y la derecha populista radical. Mientras la primera se opone de modo directo a la democracia y es abiertamente favorable a la instalación de un régimen autoritario, la segunda se define nominalmente como defensora de la democracia, pero en la práctica propone ideas y desarrolla acciones que atentan en contra del sistema político democrático.
La derecha populista radical es la más exitosa del mundo y en Europa - continente donde el tema ha sido más estudiado - se define principalmente por tres elementos ideológicos: el populismo, que divide a la sociedad en dos grupos homogéneos y antagónicos, un pueblo puro y una élite corrupta, en que la política debe expresar la voluntad general del pueblo; el autoritarismo, que defiende una sociedad estrictamente ordenada, en donde las infracciones a la autoridad o cualquier comportamiento considerado “desviado” deben ser severamente castigados; y el nativismo, sinónimo de nacionalismo xenófobo, en el que el sistema político democrático debe promover únicamente los intereses de sus habitantes nativos, considerando que las ideas y personas extranjeras serían una amenaza al Estado Nación.
Sin embargo, en la última década hay un ascenso de la ultraderecha que ya no se limita a las sociedades europeas, sino que tiene un alcance mundial, como demuestra la llegada al poder de Narendra Modi en 2014 en India, Donald Trump en 2016 en los Estados Unidos y Jair Bolsonaro en 2018 en Brasil. Es por ello que, con un marco de análisis de la política comparada, nos interesa averiguar como se configura la ultraderecha en América Latina.
Con el objetivo de generar evidencia empírica sobre la presencia de ultraderecha en América Latina y establecer comparaciones con la ultraderecha en otras regiones del mundo, nuestros estudios primero pusieron énfasis en el caso de Chile, con el propósito de comprender los elementos ideológicos del proyecto político de José Antonio Kast y el Partido Republicano.
Actualmente, el énfasis está puesto en la región latinoamericana, con la realización de estudios de caso realizados por expertos en siete países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Perú y Uruguay. Tal como en Europa, la ultraderecha en América Latina enfatiza a la dimensión sociocultural de las desigualdades, pero sin dejar de lado la dimensión socioeconómica de las desigualdades. Sin embargo, sus elementos ideológicos y temáticas no siempre convergen.
Tal como se puede observar en la figura de más abajo, en un análisis comparado, es posible decir que los principales temas politizados por la ultraderecha en la región son el conservadurismo moral - con la defensa de los valores tradicionales - y el punitivismo - con la defensa de políticas mano dura en temas de seguridad pública. Esto se relaciona también a los vínculos de la ultraderecha en América Latina con las iglesias evangélicas y con sectores más conservadores del catolicismo y con las fuerzas de seguridad como la policía y las Fuerzas Armadas.
Llama la atención la tematización del neoliberalismo, en la que la defensa de las políticas promercado está presente, aunque no se enfatice discursivamente, con la excepción de Javier Milei en Argentina. Al mismo tiempo, también existe un discurso populista fuertemente asociado a un fuerte antagonismo con la izquierda por medio de la construcción de identidades políticas negativas como el anticomunismo o el antichavismo.
Con diferencias respecto a Europa y también entre sí, se puede considerar que hoy existe un proceso de consolidación de líderes y partidos de ultraderecha a través de la normalización de sus ideas y temas. Es por ello que generar evidencia empírica y mantener el diálogo con el público más amplio es importante, especialmente cuando se trata de salvaguardar las normas formales e informales de nuestras democracias.
Javier Milei Argentina | Jair Bolsonaro Brazil | Jose Antonio Kast Chile | María Fernanda Cabal Colombia | Nayib Bukele El Salvador | Rafael López Aliaga Perú | Guido Manini Ríos Uruguay | |
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Populismo | X | X | X | X | X | ||
Anti-inmigración | X | ||||||
Conservadurismo moral | X | X | X | X | X | X | X |
Punitivismo | X | X | X | X | X | X | X |
Promercado | X | X | X | X | X | X | |
Negación del cambio climático | X | X | X | ||||
Identidad política negativa hacia la izquierda | X | X | X | X | X | X |